El cuento «La
composición», publicado en 1979 en
la edición dominical del diario Le Monde
y Premio Unesco de Literatura Infantil en pro de la Tolerancia
en 2003, es una obra del chileno Antonio Skármeta que aborda el tema de la
dictadura y en la que se observan varias características muy representativas de
la narrativa del autor. El relato
aúna pensamiento político y literatura, en consonancia con las disciplinas en
las que Skármeta se formó y a las que ha dedicado buena parte de su labor
docente y creativa: la Filosofía y la Literatura. Además entronca con su papel
de intelectual de izquierdas, puesto que fue miembro del Movimiento de Acción
Popular y Unitaria en Chile y tuvo que marcharse al exilio durante la dictadura
impuesta tras el golpe militar de Pinochet (1973-1990). También habría que
destacar el «equilibrio en la
tensión entre lo grande y lo pequeño»
que es propio de su concepción de la literatura y que aquí se plasma a través del
acercamiento a un asunto tal como el totalitarismo desde la mirada de un niño y
en una anécdota sencilla. Esta se desarrolla en el territorio esencial de la
narrativa de Skármeta, los barrios y su cultura popular, con un telón de fondo
costumbrista con elementos como el fútbol. La unión de fútbol y
situación política es otro lugar común del autor, ya presente en su primera
novela, Soñé que la nieve ardía
(1975), en la que nos acerca a la dictadura y a la lucha política a través de
la historia de un joven futbolista.
«La
composición» es un relato realista
con un marcado posicionamiento ideológico ante la situación política en que se
enmarca la historia, y que le da sentido, pero no se puede vincular a ningún género específico, dado el desarrollo
de la trama.
El tema principal gira en torno a la
crítica a la dictadura militar y sus crueles métodos; todo enfocado desde el
punto de vista de alguien que no entiende bien la situación que está viviendo,
un niño de nueve años. La trama se
concentra en una experiencia concreta de Pedro Malbrán, un niño que vive con
sus padres en un país gobernado por una dictadura. Un día aparece en su colegio
un capitán del ejército y les pide a todos los niños una redacción («la
composición») sobre lo que hacen sus familias por las noches, con la intención
de descubrir a través de los hijos actitudes y conductas contrarias al gobierno
dictatorial, como la que llevan a cabo los padres del protagonista. Pedro,
finalmente, miente en la composición y cuenta que por las noches sus padres
juegan al ajedrez, en lugar de decir la verdad, que escuchan la radio de la
oposición. A través de esta anécdota, Skármeta pretende enseñar la falta de escrúpulos propia de los gobiernos absolutistas
y la crueldad como su mecanismo de control de las voces discordantes. Esta idea
si bien se expone desde la subjetividad y emocionalidad de aquel que ha vivido
en primera persona la situación que refiere, consigue provocar una reflexión
debido al papel del narrador.
El uso de un narrador en tercera persona cuya
focalización es predominantemente equisciente,
con un punto de vista que se limita a las vivencias y conocimientos del
protagonista, posibilita, frente al narrador-personaje que podría haber sido
Pedro, la distanciación necesaria en el lector para restar emotividad en beneficio
de un posicionamiento crítico. El enfoque de la historia a través de unos ojos
inocentes, de un personaje que puede caer en la trampa desde la ignorancia de
su realidad social, produce un efecto doble: en el plano ideológico y a través
de la trama, muestra la ausencia total de moral que representa la estrategia
del gobierno y, en el plano de la recepción y a través de una voz que no es la
del protagonista, pone en marcha un mecanismo de distanciamiento frente al
personaje que viene provocado por el hecho de que, ante la posible sinceridad
en la composición, el lector es consciente de sus terribles consecuencias y
presupone que Pedro es plenamente inconsciente de ellas.
El relato se
organiza a través de ocho secuencias
que se separan por saltos temporales
de diferente entidad: más grandes, pero que no salen de un marco reducido y que
sirven para la presentación de personajes y del marco espacio-temporal, o para
el avance necesario de la trama, como la semana que pasa tras el ejercicio de
la composición y la vuelta del capitán a la clase de Pedro; o muy breves,
cuando suponen un cambio de secuencia, como la transición en clase entre las
preguntas de los niños al capitán y la conversación entre Pedro y su amigo Juan
sobre el texto que tienen que escribir y sobre la dictadura.
En cuanto a la estructura interna, presenta un avance
cronológico lineal de esquema clásico: el planteamiento, en el que se presenta
a los personajes y el ambiente en el que viven; el conflicto y su desarrollo,
con elementos que plasman la opresión del sistema totalitario y la propuesta
del gobierno para la realización de esas composiciones que les ayuden a
detectar a los opositores al régimen; el clímax, cuando Pedro les da la noticia
del ejercicio a sus padres y lee su redacción con ese final liberador; y el
desenlace final con la intención del padre de comprar un ajedrez.
En lo que
respecta a los personajes, solo hay
uno redondo, bien definido con unos
pocos rasgos, Pedro. El resto forma una galería de personajes tipo que, a través de la relación que establecen con el
protagonista, por un lado caracterizan el ambiente que lo rodea, como la
rebelión, la tristeza y el miedo que se refleja en sus padres y en don Daniel, padre
de un amigo de Pedro, o la dureza del capitán, representante del gobierno, y
por otra parte aportan rasgos de su personalidad: la inocencia, espontaneidad e
ilusión que muestra con los amigos, o el cariño y la preocupación con sus
padres. Por su parte, el diálogo,
que es siempre directo, contribuye a la identificación de los personajes y a la
evolución de la trama, sin mayores pretensiones.
Pedro se define
por sus relaciones, sus actos (el fútbol, su comportamiento en su casa...), sus
pensamientos (la ilusión de tener un balón de fútbol, sus dudas por lo que está
pasando alrededor...) y sus palabras (las preguntas que les plantea a sus
padres y las conclusiones a las que termina llegando...) configurando el
elemento más real, complejo y creíble de la historia. De este modo, Skármeta
encarna la crítica y la baja a ras de suelo, al enfrentar el concepto de la
tiranía a un personaje muy concreto y cercano a través de un suceso muy
sencillo. Y es así como construye una historia que es también la de una
educación, la del crecimiento personal que experimenta el niño: parte desde la
ignorancia del que se pregunta qué significa estar en contra de la dictadura
cuando arrestan a don Daniel, pasa a entenderlo al colocarse en su cabeza esas
piezas sueltas del rompecabezas cuando escucha la radio con sus padres, asume
su posición cuando está hablando con su amigo Juan antes de escribir su
composición, y termina en la lucha contra el opresor al mentir y engañarlo.
El marco
narrativo en que se desarrolla la historia es el de un espacio que se podría identificar con el de cualquier país que haya
sufrido una dictadura militar, con un control de los medios de comunicación y
una férrea vigilancia, y se concreta en los espacios pequeños: la cancha de
fútbol, el colegio, la escuela, la calle, el barrio en definitiva. El tiempo externo se circunscribe a una
época no definida con precisión, pero que es fácil situar en la segunda mitad
del siglo XX, puesto que se habla de la radio como electrodoméstico común y de
la televisión como sistema presente en la sociedad, pero no de otros medios
como internet. El tiempo de la historia
se desarrolla en un periodo no muy extenso, de unos meses, comprendido entre
una fecha cercana al noveno cumpleaños de Pedro y algún momento anterior al
final de ese mismo curso lectivo.
Antes y después
del desarrollo de la acción principal
que da motivo al conflicto, hallamos relatos y anécdotas secundarios que
contribuyen a la creación del ambiente y a la caracterización del protagonista,
entre las que cabe destacar el arresto de don Daniel, pues pone de manifiesto,
además del contexto social en el que viven los personajes, la madurez a la que
se puede ver abocado un niño en una situación política como esa: Daniel, el
amigo de Pedro, recoge las llaves del negocio de su padre; este episodio
adelanta en cierta medida la evolución de Pedro.
También resulta
interesante una secuencia que puede funcionar a modo de pausa en el desarrollo
del conflicto, y que relaja la tensión provocada en el lector por la conciencia
del peligro que empieza a cernirse sobre los personajes principales. Se trata
de un recurso de trivialización rayano en la ridiculización: las preguntas de
los niños al capitán Romo sobre la composición, aparte de mostrar la separación
entre esos dos mundos, desesperan al militar; a este efecto contribuyen además algunos
elementos burlescos en su descripción: «unos anteojos más negros que mugre en
la rodilla», «bigotes de cepillo de dientes», «puso las manos tras la espalda,
se abrió de piernas con un salto y enderezó el cuello levantando un poco la
barbilla».
A lo largo del
relato, la descripción es escasa,
poco precisa y más sugerente que exhaustiva, y se detiene en la ambientación de
un barrio humilde y una vida pobre en un país opresor: la calle sin asfaltar
que hace las veces de campo de fútbol, el árbol viejo que se cae, las moscas y
la basura en la calle, la pintada en la pared llamando a la resistencia, la
radio como voz de la subversión y la libertad; y un elemento que podría servir
como símbolo de algo positivo que no se alcanza, como esa cometa azul con la
que se encuentra Pedro de camino al colegio.
En definitiva,
«La composición» es un relato directo, escrito con mano maestra en la economía
y manejo de los recursos narrativos, que nos acerca a un tema muy trillado,
pero que toma nueva luz al contemplarlo desde los pequeños ojos de un niño y,
especialmente, por el equilibrio entre lo conmovedor del sufrimiento, de la
crueldad, de la inocencia, y el espacio de reflexión que despierta en el lector
más allá de posicionamientos ideológicos («–Papá [...], ¿yo también estoy
contra la dictadura? [...] –Los niños no están en contra de nada. Los niños son
simplemente niños. Los niños de tu edad tienen que ir a la escuela mucho,
estudiar mucho, jugar y ser cariñosos con sus padres»).
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